trayectoria como pintor

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Ramón de Arcos (Don Benito, 1952), un artista que se inició en el oficio de la pintura en su ciudad natal fue becado por el Ministerio de Educación para hacer Bellas Artes, carrera que abandonó. Sus indecisas obras autodidácticas iniciales pronto las contrastó con las obras de maestros españoles en el Museo del Prado, su mejor manual. A medida que crece su conocimiento de la pintura va inclinándose por los impresionistas franceses. El hecho de ser Ingeniero Técnico Agrícola y Biólogo, profesiones ambas relacionadas con la vida, le han influido a la hora de enfrentarse con la Naturaleza y traspasarla al lienzo, Ramón de Arcos ha intentado a lo largo de su trayectoria desvelar en sus distintas etapas el misterio de la materia: la pintura para él es el hilo conductor que enlaza las sensaciones y las experiencias con aquello que apenas podemos ver. Es un valioso instrumento para reflexionar y aportar algunas respuestas a cientos de cuestiones que se plantea en cada cuadro. La dedicación a la pintura la ha compaginado con las labores de ilustrador, siendo autor de numerosos trabajos realizados con el cartelismo o los libros y de muralista.
Su obra ha pasado por distintos períodos. Así, de los paisajes y bodegones iniciales, ceñidos al término estricto de la representación, Ramón de Arcos, hacia 1998, dio un giro sustancia a la hora de entender la pintura, sintiendo la necesidad de expresarse y mostrar sus avances. De esta suerte en el año 2000, con la exposición Fábulas cotidianas, el carácter figurativo de sus cuadros de vio alterado por la introducción de la luz y el color, matizándolos hasta extremos que llegan a desvirtuar las formas. Comenzaron a prodigarse vistas, personajes y mobiliario urbano en detrimento de los paisajes esencialistas y los bodegones mostrados en cuatro individuales durante los años noventa. El reflejo, donde confluyen luz y color, fue tomando carta de naturaleza en su oficio. La pincelada suelta y el trazo, a veces gestual, como armazón de toda la superficie, han sido abstrayendo de algún modo aquella mirada más convencional de la etapa anterior. De este modo, construye cuadros dentro del cuadro, utilizando a los vehículos de la calle como réplica de una parte del lienzo que no vemos.
Recientemente encuentra otro registro que, aunque pausado y sin ser intencionado, parece responder a una reflexión más profunda que entronca con el momento actual en cuanto al cambio que supone con respecto a la perspectiva de la mirada hacia la ciudad y las personas que las habitan, como una colectividad dirigida dentro de una aparente libertad.
Manifiesta la soledad de lo individual dentro de la comunidad urbana, vigilada desde un punto de vista superior que transforma lo humano casi en un número sobre fondo gris, clasificado y controlado, aunque defiende la singularidad de cada individuo al representar a cada personaje con identidad propia.
Técnicamente no sólo aparece el uso del pincel sino que ha vuelto a recuperar la fuerza que proporciona el uso de la espátula en alguna de sus nuevas piezas al acrílico. Tampoco ha desaparecido por completo la luz y el color


